LINGUÈRES 


Una creación de Rocío Huertas, Mahmud Traoré, Ndeye Yata Gaye Ngom, Fatou Ndiaye, Hassan Sall, Blessing Ulefe Nelson, y Teatro Anatómico [Ana Sánchez Acevedo + Pedro Rojas Ogáyar]
 

Nuestra percepción del mundo, eso que llamamos realidad, está fuertemente moldeada por los relatos que nos cuentan y que contamos: cómo se cuentan, quiénes los cuentan, cuándo, por qué medios, con qué capacidad de resonancia y de validación.

El peligro de la historia única fue el título de una charla que hizo viral la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, ligando el ejercicio de la opresión al privilegio para imponer determinadas narraciones: «el poder es la capacidad no sólo de contar la historia del otro, sino de hacer que esa sea la historia definitiva».

Este proyecto escénico, cinematográfico y musical reúne a participantes procedentes de colectivos artísticos, activistas y antirracistas de la ciudad de Sevilla con la intención de abordar algunos de los conflictos que ese reparto del contar implica.

Poniendo en diálogo historias individuales y colectivas, personales y comunitarias, proponemos al público un artefacto de intervención documental: un collage de contra-memorias que nos ayude a repensar y resignificar las imágenes, palabras y acontecimientos con que nos relatamos.

Colectivo Linguères 

Rocío Huertas, Mahmud Traoré, Ndeye Yata Gaye Ngom, Fatou Ndiaye, Hassan Sall, Blessing Ulefe Nelson, Ana Sánchez Acevedo, Pedro Rojas Ogáyar

¿Qué historias tienen cabida en el Teatro Lope de Vega? ¿Y cuáles se nos escamotean? Antes de llamarse Lope de Vega, este espacio se llamó Teatro de la Exposición y formó parte del Pabellón de Sevilla en la Exposición Iberoamericana de 1929. En su discurso de investidura como alcalde, en 2022, Antonio Muñoz apelaba al futuro de la ciudad proyectándola en el horizonte conmemorativo de 2029, primer centenario del evento que también dio lugar a la Plaza de España y a la Avenida de La Raza (hoy Las Razas). La reivindicación acrítica del pasado colonial volvía a servir para apoyar un relato oficial desarrollista sostenido en la oclusión de las violencias históricas, prolongadas en el presente. No lejos del teatro, donde hoy encontramos la sede de la Autoridad Portuaria, se ubicó el Pabellón de Guinea, en el que los visitantes del 29 podían pagar para consumir una visión estereotipada de la población africana: un zoológico humano. Este tipo de atracciones racistas, conocidas como exhibiciones etnográficas, fueron comunes en la época, exponiendo a personas de culturas consideradas “exóticas” como si fuesen objetos de estudio o entretenimiento.

La palabra teatro procede del griego theatron, ‘lugar para ver’, a su vez derivado de theáomai, ‘mirar’. El teatro es una máquina de hacer ver, como lo son también la fotografía y el cine. El sesgo racista—la distribución desigual de poder—que condiciona la capacidad de contar—su reparto—determina al mismo tiempo la historia material de nuestras maquinarias de representación visual. Durante el desarrollo de los primeros rollos fotográficos de color, la piel clara se estableció como norma, lo que llevó a que los tonos de piel más oscuros quedasen sobre o subexpuestos. Kodak utilizaba como referencia las tarjetas “Shirley”, con imágenes de mujeres blancas que servían para calibrar luces, sombras, tonos de piel. La empresa solo comenzó a abordar el problema cuando comerciantes de muebles y chocolates se quejaron de la mala exposición de sus productos. Hoy, este sesgo tecnológico arraigado en un racismo sistémico y estructural se filtra también en los algoritmos de la Inteligencia Artificial, que los servicios gubernamentales emplean para el control discriminatorio, biopolítico y securitario de la población. 

Linguère es la traducción francesa de la palabra wolof lingeer, “reina” o “princesa”, vinculada al antiguo reino de Walo, situado en el actual Senegal, donde las normas sociales se basaban en un sistema matrilineal. Las linguères eran mujeres con una gran preparación política y militar. Entre ellas se destacó, por su lucha contra la colonización francesa y la invasión árabe del reino, la linguère Ndaté Yalla. Siendo niña, a comienzos del siglo XIX, su aldea Nder fue atacada por árabes mientras los hombres estaban ausentes. Las mujeres de Nder se organizaron para luchar lideradas por la madre de Ndaté Yalla, Fatim Yamar. Cuando ya no pudieron resistir, prefirieron prenderse fuego antes que convertirse en esclavas. Pero Fatim Yamar consiguió salvar a sus dos hijas, las últimas grandes linguères de Walo.